lunes, 2 de mayo de 2016

Carmen martin Gaite UNA PRISION CON ESPEJOS

Querida Sofia. Sabia que me iba a pasar esto que me está pasando, pero no creí que tan pronto. No aguanto la soledad, no la aguanto, me dá miedo. La casa de Silvia se me cae encima y cuando salgo de ella, a pesar del buen tiempo que hace me doy paseos por erl pueblo y las afuera, no soy capaz de encontrar aventuras en nada ni  comunicarme con la primavera, con la naturaleza ni con las personas. Y eso que aquí la gente es muy  simpática y estás deseando pegar la hebra. Entras en un bar o en un chiringuito cualquiera, te pongan una tapa de sepia a la plancha o de pescado frito, y al poco rato notas que  podrías sentirte como en casa y  que además nadie te va a hacer una pregunta indiscreta, que te miran simplemente como lo que eres en ese momento,, una mujer de media edad que está  allí . en la barra igual que ellos, no importa de donde venga ni la vida que lleve a las espaldas la culpa es mia, y eso es lo que me dá rabia. Es como si te hubiera echado el cerrojo a la puerta por donde quieren entrar las palabras y los gestos de los demás a despertarme curiosidad, a darme un poco de calor.


(último correo del tío Amós)