Si, por extraña que parezca, estuvo en un tris de casarse. Nombraron en nuestro Instituto a un nuevo profesor de historia y geografía, un ucraniano llamado Mihail. No llegó solo, vino acompañado de su hermana Varenka. Él era joven, alto, moreno de tez,; de manos enormes, y bastaba ver su cara para inferir que hablaría con voz de bajo. Y, en efecto su voz parecía salir de un barril: bum, bum. Bum.. Ella no era tan joven, tendría unos treinta años, pero también era alta, de buen tipo, cejas negras y mejillas coloradas… , en una palabra, no era una muchacha, sino un bombón. ¡ Y tan desenvuelta, tan estrepitosa ¡ Siempre estaba cantando romanzas ucranianas y riendo. Con el menor pretexto soltaba el trapo a reir, ja, ja , ja. Recuerdo que la primera vez que llegamos a conocer bien a los Kovalenko fue en la fiesta que dio el director el día de su santo. Entre los pedagogos severos y sobresaliente insípidos que asistían a una fiesta onomástica como si fuera una obligación, vimos de repente a una afrodita surgir de la espuma: andaba con los brazos en jarras, reía, cantaba, bailaba .., Cantó con emoción Soplan los vientos, luego otra romanza ucraniana y una tercera, hechizándonos a todos incluso a Belikov, quien se acercó a ella y dijo con sonrisa dulzona. Creo que ella se casaría con él.¿ Qué no se hará en nuestra provincia por puro aburrimiento? ¡Cuantas cosas innecesarias y ridículas ¡ Y ello porque precisamente no se hace lo indispensable- ¿ Que necesidad teníamos de casar de golpe y porrazo a este Belikov, a quien nadie podía siquiera imaginárselo casado? Todas las señoras de nuestro Instituto cobraron ánimos, hasta se pusieron más guapas, como si de pronto hubiesen descubierto un objetivo en la vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario