miércoles, 8 de abril de 2015

JACK LONDON (La llamada de la naturaleza)

Las pezuñas de BUCK no eran tan compactas ni tan duras como la de los perros esquimales. Las suyas se habían ablandado durante las numerosas generaciones transcurridas desde el día en que su último antepasado salvaje fue domesticado por un cavernícola o un hombre del río. A lo largo de todo el día cojeaba de dolor, y una vez montado el campamento se tendía como si estuviera muerto. Aunque estaba hambriento, no era capaz de moverse para conseguir su ración de pescado que Francois tenia que llevarle. Además, el  conductor del trineo frotaba las pezuñas de Buck durante media hora cada noche después de cenar y sacrificó la parte superior de sus mocasines para confeccionarle a Buck cuatro mocasines. Resultaron un gran  alivio, y Buck provocó  la mueca de una  sonrisa en la arrugada cara de Perrault una mañana en que, cuando Francois olvidó poner los mocasines. Buck se tumbó de espaldas, agitando en el aire las cuatro pezuñas de manera suplicante, y se negaba a moverse sin ellos. Más tarde, el camino endureció sus pezuñas  y se deshicieron del calzado una vez gastado. Una mañana en Pelly, cuando les aparejaban los arneses  Dolly, que nunca se había destacado por nada especial, se puso rabioso de repente. Declaró su estado con un aullido lobuno, largo desgarrador que erizó de miedo a todos los perros, y luego saltó directamente sobre Buck .Él nunca había visto a un perro rabioso, ni tenia razón alguna para temer a la rabia, aunque reconoció lo espantosa que era y huyó presa del pánico. Salió disparado, con Dolly jadeando y echando espumarajos a una zancada de él. Ni ella podía alcanzarle por el terror   que le tenia él, ni él podía dejarla atrás debido a lo furiosa que era la rabia de ella . Se adentró en la zona boscosa de la isla, bajó hasta e l extremo inferior cruzó a otra isla por un canal lleno de rugoso hielo.

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