sábado, 6 de junio de 2015

Gustave Flaubert (Madame Bovary)

Estábamos en la sala de estudios cuando entró el director seguido de un novato vestido  de aldeano y de un mozo que llevaba un gran pupitre. Los que dormían despertaron, y cada cual se levantó como sorprendido en su tarea. El director nos hizo seña para que volviéramos a sentarnos, y después  dirigiéndose hacia el pasante le dijo en voz baja- M. Roger, os recomiendo a este discípulo. Entra en el quinto; si su trabajo y su conducta son meritorios, pasará a los mayores, como corresponde a su edad. Metido en el ángulo detrás de la puerta, hasta e el punto de que apenas se le veía, estaba el novato. Un muchachote del campo, de unos quinde años de edad próximamente, y más alto que ninguno de nosotros. Llevaba el pelo cortado al rape sobre la frente, como un sochantre de  aldea. Su aspecto era juicioso y asaz embarazado. Aunque no era muy ancho de espaldas, su chaqueta de paño verde con botones negros debía incomodarle en las costuras, y dejaba ver por las mangas unas muñecas rojas acostumbradas a estar desnudas. Sus piernas con medias azules, salían de un pantalón amarillento, muy estirado por los tirantes. Calzaba unos zapatos fuertes, mal embetunados y guarnecidos de clavos. 
Comenzóse a recitar las lecciones. El novato aplicó el oído, atento como en un sermón, no atreviéndose ni aun a cruzar las piernas ni apoyarse sobre el codo; y a las dos cuando sonó la campana, el maestro tuvo que advertirle que se colocara en fila entre nosotros.
Teníamos la costumbre, al entrar en clase, de tirar nuestras gorras al suelo, a fin de tener más libres las manos. Era preciso lanzarlas  desde el umbral de la puerta sobre el banco, pero de modo que pegasen antes sobre la pared y levantaran mucho polvo, tal era allí el estilo. Pero sin que no se hubiera fijado en aquella maniobra, o que no se atreviera a ejecutarla, ya había acabado la oración, y el novato tenia todavía la gorra sobre las  rodillas. Era una de esas gorras de orden  compuesto, donde se encuentran los elementos de la gorra de pelo del chascás, del sombrero redondo y del gorro de algodón; una de esas prendas, en  fin cuya muda fealdad tiene profundidades de expresión como el semblante de un imbécil.


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