lunes, 15 de junio de 2015

GUSTAVE FLAUBERT MADAME BOVARY.

Pero que me va usted a decir. ¿Acaso no lo sé todo? ¡Tio Rault! Balbució Carlos. -¡Si no deseo otra cosa ¡Aunque sin duda la chica será también de mi opinión, es preciso sin embargo, preguntárselo. Váyase usted. Yo volveré a casa. Si dice que si entérese usted bien; si dice que si no tendrá usted necesidad de volver, a causa del qué dirán, y porque ella se ruborizaría. Pero para que no se desespere, abriré la persiana de la ventana contra la pared. Usted podrá verla inclinándose sobre la cerca.
Y se alejó. Carlos ató su caballo a aun árbol y corrió hacia el sendero, donde esperó. Pasó una media hora. Conto después diecinueve minutos en su reloj. De repente se oyó un golpe contra la pared. Era el anunciado choque de la persiana. La falleba temblaba todavía. A la mañana siguiente a las nueve se hallaba en la granja- Emma se puso encarnada al verle, esforzándose en sonreír, por el bien parecer; el tio Rouault  abrazó a su futuro yerno. Hablaron de los asuntos de los intereses, y eso que había tiempo, porque el matrimonio no podía verificarse decentemente antes de que acabase el luto de Carlos, es decir, hasta la primavera del año próximo. El invierno pasó en esta expectación. Emma se ocupó de su trousseau –Una parte de él se encargó de Rousen, y ella misma confeccionó camisas y gorros de dormir, según los dibujos y figurines de los periódicos de modas que pidió prestados.

No hay comentarios:

Publicar un comentario