martes, 1 de marzo de 2016

Francisco Tomás Ortuño El rio

Cuando fue nombrado alcalde,  don Eduardo se frotó las manos: al fin vería cumplido el sueño de su  vida” Van a saber lo que es bueno”, musitó; “ van a saber de lo que soy capaz”, dijo bajo sin poder impedir que alguien le oyera, y que se comentara después el críptico pensamiento.
La verdad es que nadie sabía a ciencia cierta cuales eran las intenciones del nuevo alcalde de Cebolleda. Nadie imaginaba que Eduardo Ajo pensaba en el poder que le proporcionaría el rio que nacía en su termino municipal, un rio que regaba las tierras de su pueblo las de Castrogón de abajo y las de otros pueblos hasta llegar al mar.
Eduardo no quería a sus vecinos. Su antipatía se había manifestado en múltiples ocasiones. En competiciones deportivas, cada encuentro era una guerra, en la que insultos y hasta golpes menudeaban. Cada triunfo era para el contrario el peor castigo que podía sufrir. Cebolleda y Castregón de Abajo. Como pocos pueblos limítrofes se guardaban ojeriza desde no se sabia cuantos años o siglos.
Por eso. Eduardo Ajo, cuando tomó la vara que le confería poder musitó la frase enigmática de que “ van a saber de lo que soy capaz”  Su pensamiento estaba puesto en el rio y en sus vecinos de Castrogón. Cuantas veces mirando sus aguas se había dicho. ¿ Por qué dejar que nuestro rio pase a otras tierras? Si yo pudieras impedirlo…Y con esa idea llegaba al mismo nacimiento por el norte y sentía con la mansedad de sus aguas el ímpetu de sus pensamiento de sus sentimientos egoístas.
Fue pronto en una sesión memorable, que expuso su plan tan largamente acariciado.
Las aguas del rio no deben cruzar” la  frontera” ; son nuestras, y toda la riqueza que generen debe quedar aquí. Castrogon de Abajo se queda sin agua como yo me llamo Eduardo. 

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