lunes, 2 de marzo de 2015

PEDRO GUERRERO RUIZ -El niño que sabía el idioma de su perro-

Tu silencio, tu presencia, tu idioma extranjero, tus ojos opacos, tu barba blanca, mi tercer hermano. Llegaste tal y como has sido, libre. Aun tengo tu pelo negro rizado entre mis dedos. Cuando leí este texto de Pedro a Lolo fue cuando  comprendí que los perritos hablan una lengua extranjera, pero que Pedro la comprendía.
Se puede querer a un animal como se quiere lo que es bueno, leal y sencillo, pero no se puede decir con más impacto emocional. Por personas así la vida de Lolo, y de tantos animales, ha sido grata como lo es la de la familia Ortolano.
Se puede medir por la emoción destilada al amparo de la poética de este Pedro ya joven, desde una valoración heterosemiótica capaz de rescatarnos y conducirnos a los valores humanos más recónditos, sin necesidad de escribir para la multitud, sino para un corazón sentimentalmente tocado que es capaz de levantar el impulso del afecto.
Por eso fue Lolo su tercer hermano, porque era su amigo y ambos se expresaban en la misma lengua, como si el solo aprecio de una caricia en el pequeño Lolo destilara la felicidad de quienes creemos, como el sabio Salomón, que se puede hablar con los animales. Y Pedro sabia el idioma de su perro y nosotros lo reconocemos en su pálpito literario, publicado ahora mismo en el “ face” Porque los perros tienen un lenguaje, porque no sabiendo sonreír, su rabito se torna alegre, y porque no sabiendo llorar, están a tu lado, solamente callados, esperando  en silencio. Porque un día, descubren que la sombra está en el cuarto de baño. Y Pedro lo entendía, como ahora recuerda su rizado pelo negro, porque, desde niño desde aquella mona con chocolatina, supo el idioma de Lolo.

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