viernes, 6 de marzo de 2015

PROSPER MERIMÉE

¿De qué? le interrumpió – Perrin  De…ya sabe usted de qué. ¿De que le ama? preguntó el comandante con expresión de duda. Cháteaufort silbó sin responder: ¿Está enamorado de usted? Cháteufort continuó silbando. ¿Se lo ha dicho ella? Está claro…me parece.¿ como? – en esta carta? Es evidente. Ahora le tocó el turno de emitir un silbido a Perrin. Eeel silbido fue tan significativo como el famoso Lillibulero de mi tío Toby- ¡ cómo ¡exclamó Cháteufort, arrancando la carta de las manos de Perrin. ¿No ve toda la ternura…si, toda la ternura que hay aquí?  ¿ Qué me dice de esto. Mi querido señor ¿Tengas usted  en  cuenta que en otras tarjeta me escribía sencillamente señor. Le estaré doblemente agradecida. Esto es positivo. Y observe que después hay una palabra borrada, con toda. Quería escribir con toda mi amistad, pero no se ha atrevido, muchos recuerdos no era bastante… No ha acabado la tarjeta… ¡ Oh amigo mío ¡ ¿ Cree usted que una mujer de buena familia como la señora de Chaverny, se echaría al cuello de un servidor como si fuera una modistilla? La digo a usted que la carta es encantadora y que hay que ser ciego para no ver  la pasión que hay en ella … Y los reproches del final, porque solamente he faltado un jueves, ¿ que me dice usted?
¡ Pobre mujer! – exclamó Perrin-. No te encapriches de este hombre porque pronto te arrepentirás.
Cháteaufort no hizo caso de la prosopopeya de su amigo y siguió hablando, con un tono de voz bajo e insinuante, ¿ Sabe usted querido amigo, que podría hacerme un gran servicio?
¿ Como ¿ Es preciso que me ayude en este asunto, Sé que el marido está muy mal con ella. Es un animal que la hace desgraciada…usted lo conoce. Dígale a su mujer que es un hombre brutal, un hombre de la peor reputación…!O h! Es un libertino, usted lo sabe. Cuando estaba en el regimiento tenia amantes. Dígaselo a su esposa. ¿ Como voy a decírselo? Entre marido y mujer…Y sobre todo háblele bien de mi. Dígale que desde hace algún tiempo observa usted que estoy triste, que ya no hablo, que no como… ¡ No me diga! Exclamó Perrin  soltando una sonora carcajada.

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