"Han sido criadas para sufrir". Sin embargo, a los que se casaron con las dos mayores les fue difícil romper el cerco, porque siempre iban juntas a todas partes, y organizaban bailes de mujeres solas y estaban predispuestas a encontrar segundas intenciones en los designios de los hombres.
Angela Vicario era la más bella de las cuatro, y mi madre decía que había nacido como las grandes reinas de la historia con el cordón umbilical enrollado en el cuello. Pero tenía un aire desamparado y una pobreza de espíritu que le auguraban un porvenir incierto. Yo volvía a verla año tras año, durante mis vacaciones de Navidad, y cada vez parecía más desvalida en la ventana de su casa, donde se sentaba por la tarde a hacer flores de trapo y a cantar valses de solteras con sus vecinas.” Ya está de colgar en un alambre me decía Santiago Nasar -: tu prima la boba “ De pronto poco antes del luto de la hermana, la encontré en la calle por primera vez, vestida de mujer y con el cabello rizado, y apenas si pude creer que fuera la misma. Pero fue una visión momentánea: su penuria de espíritu se agravaba con los años. Tanto que cuando se supo que Román se quería casar con ella, muchos pensaron que era una perfidia de forastero.
La familia no solo lo tomó en serio, sino con un grande alborozo. Salvo Pura Vicario, quien puso como condición que Román acreditara su identidad. Hasta entonces nadie sabía quién era. A tanta conjetura trajo a su familia en pleno. La madre, Alberta había sido proclamada en su juventud la más bella entre las 200 más bellas de las Antillas. Las hermanas acababan de florecer, parecían dos potrancas sin sosiego. Pero la carta grande era el padre: el general san Román, héroe de las guerras civiles del siglo anterior.
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