viernes, 13 de noviembre de 2015

CAPITULO XXXII – Que trata de lo que sucedió ene la venta a toda la cuadrilla de don Quijote.

Acabóse la buena comida, ensillaron luego y, sin que les sucediese cosa digna de contar, llegaron otro día a la venta; espanto y asombro de Sancho Panza; y aunque él quisiera no entrar en ella, no lo pudo huir. La ventera, ventero, su hija y Maritormes que vieron venir a don Quijote y a Sancho, les salieron a recibir con muestras de alegría, y él las recibió con grave continente y aplauso, y dijoles que le aderezasen otro mejor  lecho que la vez pasada; a lo cual le respondió la huéspeda que como le pagase mejor que la otra vez, que ella se la daría de príncipes. Don Quijote dijo que si haría, y asi le asderezaron uno razonable en el mismo caramanchón de marras, y éel se acostó luego,  porque venia muy quebrantado y falto de juicio.
No se hubo bien encerrado cuando la huespeda arremetió al barbero, y asiéndole de la barba dijo.
Para mi santiguada que no se ha aún de aprovechar de mi rabo para su barba, y que me ha de volver mi cola; que anda lo de mi marido por esos suelos, que es vergüenza; digo, el peine, que solía yo colgar de mi buena cola. No se la quería dar el barbero, aunque ella más tiraba, hasta que el licenciado le dijo que se le diese; que ya no era menester más usar de aquella industria, sino que se descubriese y mostrase en su misma forma y dijese a don Quijote que cuando le despojaron los ladrones galeotes se había venido a aquella venta huyendo; y que si preguntase por el escudero de la princesa, le dirían que ella le había enviado adelante a dar aviso a los de su reino como ella iba y llevaba consigo el libertador de todos. Con esto dio de buena gana la cola a la ventera.

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