jueves, 12 de noviembre de 2015

Don Quijote de la Mancha ( capítulo XXXI )

Oh, que necio y que simple  eres, dijo don Quijote. Y no ves Sancho que eso todo redunda en su mayor ensalzamiento?  Porque has de saber que este nuestro estilo de caballeria es gran honra tener una dama muchos caballeros andantes que la sirvan, sin que se estiendan más sus pensamientos a servilla por solo ser ella quien es, sin esperar otro premio de sus muchos y buenos deseos si no que ella se contente de acetarlos por sus caballeros.
Con esa manera de amor dijo Sancho he oído yo predicar que ha de amor a nuestro Señor, por si solo, sin que nos mueva esperanza de gloria o temor de pena. Aunque yo le querría amar y servir por lo que pudiese.
¡Válate el diablo por villano –dijo don Quijote- y qué de discreciones dices a las veces! No parece sino que has estudiado.-  Pues a fe mía que no sé leer- respondió Sancho.
En esto les dio voces maese Nicolás que esperasen un poco;  que querían detenerse a beber en una fontecilla que allí estaba. Detúvose don Quijote, con no poco gusto de Sancho, que ya estaba cansado de mentir tanto y temía que le cogiere su amo a palabras, porque, puesto que él sabia que Dulcinea era una labradora del Toboso, no la había visto en toda su vida.
Habíase en este tiempo vestido Cardenio los vestidos que Dorotea traía cuando la hallaron, que aunque no eran muy buenos, hacían mucha ventaja a los que dejaba. Apeáronse junto a la fuente, y con lo que el cura se acomodó en la venta satisfacieron, aunque poco, la mucha hambre que todos traían.
Estando en esto,  acertó a pasar por allí un muchacho que iba de camino, el cual, poniéndose a mirar con mucha atención a los que en la fuente estaban, de allí a poco arremetió a don Quijote y, abrazándole por las piernas comenzó a llorar muy de propósito, diciéndole. ! Ay señor mío! ¿ No me conoce vuestra merced? Pues míreme bien, que yo soy aquel mozo Andrés que quitó vuestra merced de la encina donde estaba atado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario