miércoles, 18 de noviembre de 2015

OG MANDINO ( TRADUCCIÓN DE ALBERTO COSCARELLI ) –

Primero hacemos nuestros hábitos y después nuestros hábitos nos hacen a nosotros.
La vida tiene un riesgo inevitable. Cada vez que respiramos es un riesgo. El infarto, un accidente de coche, las inspecciones de hacienda, los problemas laborales; todo tipo de malas noticias esperan asaltarnos sin previo aviso. Por eso es tan difícil para los humanos jugar al juego de la vida. Es un equilibrio difícil. En ocasiones quizá jugar el juego de la vida. Es un equilibrio difícil. En ocasiones quizá apostamos demasiado a una carta y otras nos sentimos  tan heridos y estafados que queremos dejar de jugar para siempre.Pero la meta es, en cierto sentido, encontrar una manera de jugar el juego que nos permita jugar sin quemarnos.
Cuando nos movemos más allá de la seguridad y la familiaridad de nuestros hábitos y nos comportamos de una manera que se aparta de nuestras costumbres, experimentamos cierta tensión. Puede ser suave, una leve opresión en el pecho, o más pronunciada, palpitaciones, náuseas, diarreas, desmayos o incluso pánico. Si pensamos demasiado en las posibles consecuencias de un cambio, las ratas del miedo saldrán de nuestros sótanos mentales para atacarnos. Cualquier cosa nueva puede ser aterradora. Correr riesgos en la vida es algo muy parecido a invertir dinero; la ganancia potencial refleja en parte el grado de riesgo. Cuanta más alta la apuesta, más emocionante resulta el juego.

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