miércoles, 9 de diciembre de 2015

Don Quijote – Capitulo XXXIII –

Acabaron de comer, levantaron los manteles, y Anselmo dijo  a Lotario que se quedase allí con Camila en tanto que él iba a un negocio forzoso; que dentro de hora y media volvería. Rogóle Camila que no se fuese, y Lotario se ofreció a hacerle compañía; más nada aprovechó con Amselmo; antes importunó a  Lotario que se quedase y aguardase, porque tenía que tratar con él una cosa de mucha importancia. Dijo también a Camila que no dejase solo a Lotario, en tanto que él volviese. En efecto, él supo también fingir la necesidad o necedad de su ausencia, que nadie pudiera entender que era fingida. Fuese Anselmo, porque la demás gente  de casa se había ido a comer, Viose Lotario puesto en la estacada que su amigo deseaba, y con el enemigo delante,   que pudiera vencer con solo su hermosura a un escuadrón de caballeros armados; mirar si era razón que le temiera Lotario.
Pero lo que hizo fue poner el codo sobre el brazo de la silla, y la mano abierta en la mejilla, y pidiendo perdón a Camila del mal comedimiento, dijo que quería reposar un poco en tanto que Anselmo volvía. Camila le respondió que mejor reposaría en el estrado que en la silla, y así, le rogó que entrase a dormir. No quiso Lotario y allí se quedó durmiendo hasta que llegó Anselmo, el cual como halló a Camila en su aposento y a Lotario durmiendo, creyó que, como se había tardado tanto, ya habrían tenido los dos  lugar para hablar y aun, para dormir, y no vio la hora en que Lotario despertase, para volverse con él fuera y preguntarle de su aventura.
Todo sucedió como él quiso.


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