miércoles, 3 de febrero de 2016

ANTÓN CHEJÓV ( el hombre enfundado)

En las cercanías de la aldea de Mironositskoye dos cazadores sorprendidos por la noche se disponían a pasarla en el pajar. No dormían, Ivan , viejo alto y enjuto de largos bigotes, estaba fuera, junto a la puerta, fumando una pipa a la luz de la luna. Burkin estaba dentro, tumbado en el heno. No podía vérseles a causa de la oscuridad. Estaban contando toda clase de historietas e incidentes. Entre otras cosas hablaron de la mujer de starotsta, Mavra lozana, y nada tonta, que nunca en su vida había traspasado la linde de su aldea natal ni había visitado la ciudad, ni visto el ferrocarril, y que había pasado los últimos diez años arrimada a la estufa, sin salir a la calle salvo por la noche.! Eso no tiene nada de extraño! dijo Burkin. Hay en este mundo bastante gente de índole solitaria que, como el cangrejo ermitaño o el caracol, trata de acurrucarse en su concha. Quizá se trata de un fenómeno de atavismo, de un retorno a la época del antepasado del hombre no era todavía un animal social y vivía solitario en su madriguera. Lo único que quería decir es que casos como el de Mabra no tienen nada de raros . 

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