domingo, 28 de febrero de 2016

Natjcaniel Hawthorne- (Cuentos)

Hace mucho tiempo, un joven llamado Giovanni Guasconti vino a la parte más meridional de India a seguir estudios en la universidad de Padua. Giovani que solo llevaba en la bolsa una provisión de ducados de oro, alquiló una habitación alta y oscura en un viejo edificio, que no parecía indigno de haber sido el palacio de algún noble paduano y que, en efecto, lucia sobre la entrada el escudo de armas de una familia extinguida desde hace siglos. El joven forastero, que  conocía  el gran poema nacional de su país, recordó que uno de los antepasados de las familia, tal vez un residente en esta misma mansión, había sido retratado por Dante entre quienes comparten las inmortales agonías de su infierno. Estos recuerdos y asociaciones, junto con la tendencia a la melancolía, natural en un joven que se encuentra por primera vez lejos del suelo natal, hicieron que Giovanni suspirase hondamente al mirar en torno suyo al aposento triste y mal amueblado.<Virgen Santísima, señor > exclamó la vieja señora Lisaberta, quien ganaba por la singular belleza del muchacho, se afanaba bondadosamente en dar al cuarto un  aire habitable. ¿Como salen esos suspiros del corazón de un joven? ¿Le parece oscura la casa? Por amor al cielo, asómese a la ventana y verá usted una luz tan hermosa como la que ha dejado en Nápoles. Guasconti hizo mecánicamente lo que le aconsejaba  la señora, aun que no pudo estar de acuerdo con ella en que el sol paduano fuese tan alegre como el del sur de Italia. Bastaba sin embargo, para iluminar un jardín que había al pié de la ventana, y su influencia beneficiosa sustentaba muchas plantas, que parecían cultivadas con el mayor cuidado. <¿este jardín es de la casa?> `preguntó Giovanni. No lo quiera Dios,  señor, a menos que crezcan en él otras hierbas mejores que las que ahora se ven, respondió la vieja Lisabetta No El jardín lo cultiva con sus propias manos el señor Giacomo Rappacini, el famoso doctor, de quien supongo habrán oído hablar hasta en Nápoles. Dicen que destilan las plantas y prepara con ellas medicinas más fuertes que un ensalmo. A menudo verá usted trabajando al señor doctor, y quizá también a la señora, su hija, recogiendo esas flores tan raras que crecen en el jardín,> La señora había hecho ya todo lo posible  por dar mejor aspecto a la habitación y se despidió, tras encomendar al joven a la protección de los santos. Giovanni no encontró mejor  ocupación que quedarse mirando el jardín que había bajo la ventana- Su aspecto lo inclinaba a creerlo uno de esos jardines  botánicos que se cultivaron en Padua antes que en otros lugares de Italia o del mundo. En el centro se veía la ruina de una fuente de mármol, esculpida con arte  refinado pero tan destrozada que resultaba imposible adivinar el diseño original en el caso de fragmentos, si bien el agua seguía brotando y reluciendo al sol con la vivacidad de siempre.

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