sábado, 27 de febrero de 2016

SARA.

Sara había aprendido a leer ella sola cuando era muy pequeña, y le parecía lo más divertido  del mundo.
Ha salido lista de verdad decía la abuela Rebeca. Yo no conozco a ninguna niña que haya hablado tan clarito como ella, antes de romper a andar. Debe ser un caso único.
Si, es lista- contestaba la señora Allende-, pero hace unas preguntas muy  raras; vamos que no son normales en una niña de tres años.
¿ Por ejemplo que? 
Que que es morirse, ya ve usted. Y que qué es la libertad. Y que es casarse. Una vecina mia dicie que a lo mejor habría que llevarla a un psiquiatra.
La abuela se reia.
¡ Déjate de psiquiatras ni de tonterías por el estilo!
A los niños lo que haya que hacer es contestarles a la pregunta, y si no lo quieres decir la verdad, porque  a lo mejor no sabes tú misma lo que es la verdad, pues les cuentas un cuento que parezca verdad. Mándamela aquí , que  yo en eso de lo que es casarse y lo que es la libertad la puedo espabilar mucho.
¡  Válgame Dios cuando hablará usted en serio, madre ¡ No sé a que edad va a sentar la cabeza.- Yo nunca, sentar la cabeza debe de ser aburrido. Por cierto haber si me mandas a Sara algún domingo, o la vamos a buscar nosotros, que Aurelio la quiere conocer.
Aurelio era un señor que por entonces vivía con la abuela. Pero Sara nunca lo llegó a ver, sabia que tenia  una tienda de libros, y juguetes antiguos, cerca de la Catedral de San Juan el Divino, y a veces le mandaba algún regalo por medio de la señora Allen. Por ejemplo un libro con la historia de Robinson Crusoe al alcance de los niños, otro con el país de las Maravillas y otro de Caperucita roja-.

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