Y abiertamente invitaba a celebrar la felicidad de haber nacido mujer.
Y en sus obras de medicina y ciencias naturales, únicas en la Europa de su tiempo, se había atrevido a reivindicar el placer femenino en términos insólitos para su tiempo y su iglesia. Con sabiduría sorprendente en una abadesa puritana, de muy estrictas costumbres, virgen entre las vírgenes. Hildegarda afirmó que el placer del amor que arde en la sangre es más sutil y profundo en la mujer que en el hombre.
En la mujer es comparable al Sol y a su dulzura, que delicadamente calienta la tierra y la hace fértil.
Un siglo antes que Hildegarda, el célebre médico persa llamado Avicena había incluido en su canon una descripción más detallada del orgasmo femenino, a partir del momento en que los ojos de ella empiezan a enrojecer, su respiración se acelera y comienza a balbucear.
Como el placer era un asunto masculino, las traducciones europeas de la obra de Avicena suprimieron la página.
AVICENA – La vida se mide por su interioridad, no por su duración- había dicho, pero vivió casi sesenta años, lo que no estaba nada mal para el siglo once.
Lo atendías el mejor médico de Persia que era él. Su, Canon de medicina< fue obra de obligada consulta durante siglos, en el mundo árabe, en Europa y en la India.
Este tratado de enfermedades y remedios no solo recogía la herencia de Hipócrates y Galeno, sino que también en las fuentes de la filosofía griega y la sabiduría oriental.
A los dieciséis años de edad. Avicena había abierto su consultorio. Mucho después de su muerte seguía atendiendo pacientes-
Desde el papa de Roma hasta el más humilde cura de parroquia, no hay sacerdote que no dicte lecciones de buena conducta sexual.¿ Como pueden saber tanto sobre una actividad que tienen prohibido practicar.?- Ya en el año 1O75 el papa Gregorio VII, solo los casados eran dignos de ejercer; El concilio de Letran impuso el celibato obligatorio, La iglesia exige a sus sacerdotes dedicación exclusiva que protege la paz de sus almas evitando reyertas conyugales y chillidos de bebés. La iglesia quiso proteger sus bienes terrenales y puso a salvo el derecho de herencia de las mujeres.
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