martes, 17 de febrero de 2015

GUSTAVO ADOLFO BÉCQUER – Una nube de incienso...

Una nube de incienso que se desenvolvía en ondas azuladas llenó el ámbito de la iglesia; las campanillas repicaron con un sonido vibrante y maese Pérez puso sus crispadas manos sobre las teclas del órgano.

Las cien voces de sus tubos de metal resonaron en un acorde majestuoso y prolongado que se perdió poco poco , como si una ráfaga de aire hubiese arrebatado sus últimos ecos .
A este primer acorde, que parecía una voz que se elevaba desde la tierra al cielo, respondió otro lejano y suave qué fue creciendo, creciendo hasta convertirse en un  torrente de atronadora armonía. Era la voz de los ángeles que atravesando los espacios llegaba al mundo, Después comenzaron a oírse como unos himnos distantes que entonaban las jerarquías de serafines; mil himnos a la vez , al confundirse Formaban uno solo, que, no obstante, era no más el acompañamiento de una extraña melodía que parecía  flotar sobre aquel océano de misteriosos ecos como un jirón de niebla sobre las olas del mar.


No hay comentarios:

Publicar un comentario