La fe no es, como generalmente se piensa, creer en lo que no se sabe, sino creer en lo aprendido en lo ya incorporado al alma. La fe es un estado de certeza que no viene de la razón ni tampoco del conocimiento, sino de las creencias inscritas en los genes, del genotipo. Obramos según nuestras creencias y, a la vez, también se nos conoce por los frutos, luego son éstos los frutos o las acciones nacidas de nosotros los que definen cual es nuestro potencial de acción. Por eso cuando decimos que los mansos son los herederos de la tierra, queremos decir que lo son en virtud de la fe registrada en su genotipo y que les convierte en seres potencialmente diferentes, tanto ellos en si mismos como la sociedad que habrán de constituir. Hombre nuevo, y mundo nuevo a la vez, como dos conceptos que expresan una misma realidad, manifestada en dos niveles, pero nacidos ambos de un registro genético que define el estado de integración del alma en Dios.
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