domingo, 24 de mayo de 2015

MIGUEL DELIBES (La partida)

La camarera de Benito. El contramaestre del Cantabria, le produjo la misma impresión que el camerino de una vedette de pocas pretensiones. Olía a axila sudada y a ropa de cama sin ventilar y era tan sórdido y angosto como el de Valladolid, siquiera el contramaestre se las arreglase para imbuirle cierto aire de local de esparcimiento. En ninguno de los mamparos se veía la madera; fotografías de periódicos de todas las actrices de  Hollywood se exhibían pegadas allí toscamente, unas conservando el pié y otras, las más recortadas en silueta. Sobre la cama, entre las estampas frívolas, había un cromo de la purísima con rostro de modistilla. La virgen está en mi pueblo por encima del alcalde dijo el contramaestre. En la fiesta hacemos una hoguera en la plaza y los carcas  arrojan caramelos a los chicos. Le había acogido con una sonrisa pletórica , la misma sonrisa con que acogió la noche antes los malos humores de Don Jesús Beardo, el maquinista del Cantabria-Siéntate Valladolid. Tomaremos una copa , Eres el primero ya lo sabes. _Se agachó y tras un desmanotado forcejeo, abrió el candado de la taquilla y sacó una botella.  Sonreía. Aun no hacia tres horas que  el Cantabria navegaba en mar abierto.

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