domingo, 24 de mayo de 2015

VÁZQUEZ MONTALBÁN – (Asesinato en Prado del Rey)

Alguien debe dormir en Madrid, pero Carvalho nunca lo había conseguido. Recordaba aquel empalmar la noche con el día durante la investigación del asesinato en el comité  central, y tras la escena histérica  de Inma y Santidrián, un taxista que apestaba a tabaco le conducía a las seis de la madrugada en dirección a Arturo Soria, lugar de residencia de Sánchez Bolín. Un hotelito de medio pelo, de un racionalismo avergonzado de si mismo, tan moderado que era  prerracionalismo o pos racionalismo, y además abandonado a su suerte un jardín de arboles y hojas sin apenas concepciones  a una jardinería superviviente  y huraña. Había luz en la casa y der la luz salió primero la sombra de Sanchez Bolín, luego su cuerpo embutido en un albornoz demasiado estrecho. Había vuelto a engordar tras su estancia en el balneario, pero no había mejorado su carácter. Sin preámbulos, hizo pasar a Carbalho y le invitó a que continuara por el pasillo lleno de libros hacia el living y que le esperara allí-Tengo una cosa en la cocina que no espera. Desembocó Carbalho en una biblioteca disfrazada de sala de estar. Apenas si los libros dejaban espacio para una chimenea que conservaba un lecho  medio carbonizado desde la última vez que estuvo encendida. Carpetas y cuartillas escritas  o a medio escribir se habían apoderado del tresillo mullido rebozado de terciopelo. En la mesita de centro permanecía una bandeja con las sobras de la cena y una botella de vino de Cigales casi terminada.

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